
En lugar de hacer autocrítica, la jerarquía católica busca todo tipo de culpables de su falta de credibilidad.
La Iglesia católica oficial demuestra comportamientos homófobos al condenar la homosexualidad en sus distintas manifestaciones, desde la propia inclinación —por utilizar su lenguaje— hasta las parejas de hecho y los matrimonios homosexuales, y al declarar pecaminosas, e incluso antinaturales, dichas relaciones.
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